Desde la
distancia, el vetusto edificio de la Muerte S.A. parecía mucho más pequeño
¡Desde luego era un efecto óptico! Eso era debido a que estaba rodeado de los
mayores edificios de la Metrópoli: El edificio del Banco Mundial, en forma de
obelisco, con mil doscientas plantas; a su lado, el edificio del Ministerio
Psíquico Mundial, que con casi dos mil plantas y ocho mil elevadores, formaba
parte del complejo arquitectónico del Ministerio más
grande del sur continental. Y eso sin contar los cientos de edificios que sobrepasaban las ochocientas plantas de las Marcas que gobernaban la Metrópoli.
grande del sur continental. Y eso sin contar los cientos de edificios que sobrepasaban las ochocientas plantas de las Marcas que gobernaban la Metrópoli.
Allí,
a los pies del achaparrado edificio de quinientas plantas de La Muerte S.A., un
psicoanuncio de dentífrico volvió a repetir lo de siempre: “Tus dientes son tu
tarjeta de bienvenida”. ¡Odiaba aquel psicoanuncio y el sabor y el olor de
aquel dentífrico! Y sin embargo lo repetían una y otra vez. Me consolé,
pensando, que tarde o temprano lo renovarían por otro que tuviera unas ondas
psíquicas más agradables.
Mire
la fachada: Ni un holograma; ni un rótulo lumínico; ni siquiera uno de dos
dimensiones. ¿Me habría equivocado? ¿Estaría bien la dirección?
- Ayuda.- Dije.
Del intenso
tráfico cenital, bajó rápidamente un Buscador. Pude ver que era un modelo
antiguo, un UR6100, de esos con un sólo propulsor y que carecen de sensores
lumínicos laterales. Pero me daba igual, para lo que necesitaba, valía de
sobra.
Su cuerpo
redondo y cromado flotaba alrededor de mí mientras de su interior sacaba el
rastreador psíquico de identidad (un pequeño brazo metálico con tres falanges
acabadas en punta) y lo ponía sobre mi cabeza.
- Alan34576018294 ¿qué se le ofrece?-
Dijo el Buscador con una voz metálica e impersonal.
- Quiero saber si este edificio
es el de la compañía La Muerte S.A.
- Afirmativo. ¿Alguna pregunta más?
- Sí. ¿Está operativo?
- Afirmativo. ¿Alguna pregunta más?
- No.
- A su servicio Alan34576018294.- Y
dicho esto, introdujo su apéndice metálico en su cuerpo cromado y subió como
una exhalación hacia el tráfico aéreo.
En mi mente
el psicoanuncio de dentífrico dio paso a un rápido avance informativo. No había
mucho que contar: La típica inundación del cuadrante este continental de todos
los años; la aprobación de no sé que ley económica sobre la explotación del
suelo hidropónico; y el triunfo del Equipo10 del cuadrante este en la Liga
Mundial de cosmofútbol. Acto seguido un nuevo psicoanuncio de refresco:
“Refréscate con FRESI y adiós a la sed”. Una corriente fría llenó todos mis
sentidos. Bueno, por lo menos este es mejor que el del dentífrico, pensé.
No sabía muy
bien que hacía allí. Cuando pasaron por primera vez aquel psicoanuncio (fue a
las tres de la madrugada, cuando mi mente se hallaba en fase de descanso
activo) no pensé, en absoluto, que yo iba a poder ser un cliente potencial de
La Muerte S.A. De hecho, aún lo dudaba. Pero, sin embargo, estaba allí;
admirando como un estúpido la fachada plomiza como si fuera la obra arquitectónica
más fabulosa de la Tierra.
Salí de mi
ensimismamiento y pensé: “Por preguntar no se pierde nada”.
Así que puse
un pie delante de otro y empecé a caminar hacia la entrada del edificio.
Una vetusta
y desvencijada puerta giratoria me dio la bienvenida. Puse las manos sobre una
lámina del sucio cristal y empujé. La puerta rotó con un sonido chirriante.
Enseguida me
adentré en el solitario y titánico vestíbulo.
Miré a mí
alrededor: A unos veinte metros del suelo los grandes ventanales dejaban entrar
la luz mortecina del sol de Octubre que caía disgregada en débiles rayos
anaranjados sobre el suelo de linóleo oscuro, desgastado y sucio. Enfrente de
mí, un gran mostrador ajado y desnudo cubría gran parte de la pared del fondo.
Por lo demás: muebles rotos y volcados; magníficas y grandiosas lámparas de
araña a punto de caer; todo tipo de papeles, cartones, botellas y suciedad por
el suelo; y mucha fauna de alcantarilla por las esquinas.
¡No era
posible! ¡El Buscador me dijo que la Marca y el edificio aún estaban activos!,
pensé, claro que es un modelo antiguo, propenso a tener averías, era raro, sí,
pero se sabían de modelos antiguos de Buscadores con desfases de información de
nanosegundos y una pequeña pérdida de potencia del motor de despegue, pero
también sabía que esos modelos eran anteriores al UR6100, de hecho, nunca había
escuchado de una avería semejante en un Buscador, ni siquiera en uno de los más
antiguos, y desde luego yo tenía que saberlo ¡Sí desde luego que sí!
En mi cabeza
un psicoanuncio de viajes orbitales dio paso a otro de camas gravídicas. ” Descansar
mejor es vivir mejor” Mis músculos se relajaron y por un momento estuve a punto
de caer redondo al suelo.
- Hola, alguien me puede ayudar.
Mi grito
rebotó en las grandiosas paredes descascarilladas del vestíbulo y volvió a mis
oídos aumentado mil veces.
Nada.
Ya me giraba
para salir de nuevo a la calle y preguntar a otro Buscador cuando lo vi. Allí,
sobre un atril, al lado de un escritorio volcado y roto, un cartel negro con
letras rojas anunciaba:
LA MUERTE S.A.
ESTAMOS EN REFORMAS
OFICINAS DE INFORMACIÓN
PISO 111
PERDONEN LAS MOLESTIAS
GRACIAS
¡Aún
no habrán comenzado!, pensé echando un vistazo a todo lo que me rodeaba.
Me dirigí sin mucha convicción hacia los
elevadores del fondo del vestíbulo. Me puse delante de uno y dije:
- Planta baja
Enseguida
una luz escarlata en forma de flecha hacia abajo se encendió encima de la
puerta galvanizada.
Era un
elevador muy antiguo; una simple plataforma enganchada a un contrapeso. Nada
que ver con los elevadores de vacío de la mayoría de edificios modernos. En
fin, esperé pacientemente a que bajara. Un sonido punzante anunció la abertura
de las puertas metálicas y entré. El espejo roto que cubría la pared del fondo
me devolvió una imagen distorsionada de mí mismo.
- Piso, por favor – resonó una voz
metálica.
- Ciento once.
- Orden no habilitada. Podría
repetir, por favor.
- Ciento once – dije más alto.
- Gracias.
El elevador
cerró las puertas metálicas y empezó subir mientras un psicoanuncio de cereales
transgénicos me enseñaba que: “El desayuno con Trostis es un desayuno más
divertido”, un sabor dulce lleno mis papilas gustativas.
Mis ojos se
posaron fijamente en la antigua consola del elevador, donde unos enormes
números rojos seguían subiendo a paso de tortuga en la pantalla líquida rayada.
Espero que
las reformas incluyan cambiar estos elevadores antiguos, pensé. Mucha gente se
negaría subir a la planta ciento once en aquel armatoste.
- Planta ciento once – dijo la voz
metálica.
Se abrieron
las puertas.
Salí del
elevador y me encontré en un pasillo enmoquetado de rojo y con las paredes
recién pintadas en azul chillón. Aún se podía oler la pintura. Miré a mi
derecha y a mi izquierda: el pasillo se curvaba tanto de un lado como del otro.
Ninguna puerta; ninguna señalización; sólo la moqueta nueva y las paredes
azules perdiéndose en la nada. ¿Y ahora qué?, pensé. ¿Hacia donde voy? ¿A la
derecha o a la izquierda? ¡Podrían poner un cartel o algo! ¡Si no es para un
lado es para el otro! Decidí ir hacia mi izquierda. Siempre quedaba la opción
de volver.
El
psicoanuncio de Trostis acabó, y comenzó otro de perfume, durante un momento
pude olerlo, tenía un vago aroma a rosas, o eso decían ellos: “Eau de Toilet
Passion mi fragancia, tú fragancia”.
Caminaba y
caminaba. Aquel pasillo parecía no tener fin. Me sentía como un ratoncito
caminando dentro de un anillo hueco. Ya estaba a punto de dar la vuelta cuando
vi el final del pasillo.
Una puerta.
El dulce
olor a rosas se disolvió y un fuerte olor a detergente inundó mis pulmones:
“Pruebe Dulón y la vida será mucho más blanca”.
La puerta
era muy vieja. Tenía un cristal esmerilado en el que resaltaban unas letras
grandes y negras:
LA MUERTE S.A.
INFORMACIÓN
Levante la
mano y di dos golpecitos.
Una voz
ronca sonó detrás de la puerta:
- ¡Entre! ¡Entre!
Cogí el pomo
desgastado y lo giré. Pensé que las bisagras chillarían de dolor. Pero no. Se
abrió con la suavidad de una puerta electrónica.
Era una
habitación pequeña; se podía que decir que raquítica. Un escritorio la llenaba
casi por completo. Y detrás de él, un hombre regordete y calvo me miraba
afablemente mientras pegada un bocado a un Donut.
- ¡Oh! Pero no se quede en el
umbral hombre. Entre y siéntese.- Dijo mientras se levantaba y me señalaba una
pequeña silla de madera.
- ¿Esto es La... Muerte S.A.?
- Sí, claro que sí. ¡Huy! Perdone.
Tiró el
Donut a la papelera que tenía al lado y se limpió la mano pringosa en un
lateral del pantalón y la estiró para estrechármela mientras su cara se
estiraba en una sonrisa ensayada.
Por un
momento no supe que hacer. ¿Me estarían tomando el pelo? ¿Cómo esto iba a ser
“la Marca que cambiará su Vida”, como decía el psicoanuncio? Pero bueno, ¡Que
se podía perder!
Entre dentro
de la habitación y cerré la puerta.
Y entonces
sentí la sensación de vacío; de desamparo; de desnudez.
¿Dónde
estaba el olor a detergente? El psicoanuncio de Dulón desapareció como por arte
de magia y no fue sustituido por otro de aeromercados; ni de holoproyectores;
ni de DcBurgers; ni de electrocristales solares. El psicoanuncio de detergente
fue sustituido por... Nada.
Y entonces
lo comprendí y sentí un vívido terror. ¡Un Inhibidor!, pensé, ¡Este imbécil
tiene un Inhibidor de ondas Psíquicas!
En cuanto
vio mi cara, el tipo gordo debió de entender enseguida lo que me pasaba, porque
rápidamente empezó a agitar las manos y dijo:
- ¡No! ¡No se preocupe! ¡No pasa
nada!
- ¿Cómo que no pasa nada? ¡Usted
tiene un puto Inhibidor! ¡Yo me largo antes que me cojan!- Dije mientras me
daba la vuelta y ponía una mano en el pomo de la puerta.
No sé como
lo hizo, pero antes de que pudiera girarlo, el tipo gordo ya estaba con una
mano encima de la mía impidiéndome salir.
- ¡No, de verdad no se inquiete! ¡No
se vaya! ¡Está todo controlado!
- ¡Cómo que no me inquiete!- decía
mientras forcejeaba para salir- ¿Sabe usted que le hacen los de la Brigada del
Ministerio de Información a alguien que tiene un inhibidor? ¡Te aplican el
Mataneuronas!
- Sí, lo se. Pero deme un minuto
para que se lo explique y me entenderá.
Dejé de forcejear y dije:
- ¿Un minuto?
- Se lo prometo.
- Está bien, un minuto. Pero si no
me convence su explicación lo primero que haré será denunciarlo al primer
agente que vea en la calle.
- De acuerdo. ¿puede tomar asiento,
por favor?
Me senté
despacio en la sencilla silla de madera sin quitar el ojo de encima de aquel
tipo gordo mientras rodeaba el escritorio y se sentaba.
- Bien. En primer lugar quiero
pedirle disculpas en nombre de la empresa por la situación arquitectónica del
edificio, que pronto subsanaremos; y por este malentendido, sin duda tendríamos
que haber puesto algún tipo de información para que esto no hubiera ocurrido,
pero como ya le he comentado, y usted ha visto, el edificio que hemos adquirido
en este cuadrante es muy viejo. Bien lo del Inhibidor. – El tipo gordo hizo una
pausa y se pasó el dorso de la mano por la frente perlada de sudor- La
explicación de porque tenemos un Inhibidor es bien sencilla. Como usted podrá comprobar
más adelante, nosotros trabajamos fundamentalmente con el cerebro, y cualquier
injerencia, sean ondas psíquicas o de cualquier tipo, es un problema grave a la
hora de hacer nuestro trabajo. Por lo que tenemos un permiso especial del
Ministerio de Información Psíquica que nos permite utilizar un Inhibidor dentro
de nuestros edificios con fines totalmente comerciales. Por lo que no tiene que
preocuparse de que en cualquier momento entre la Brigada del Ministerio y nos
meta en una granja desneuralizadora para el resto de nuestros días. ¿Tiene
alguna pregunta?
- Sí. ¿Cómo puedo saber que todo
esto no es más que una falacia para que me esté quietecito en mi asiento y no
me vaya directamente al Ministerio para denunciarlos?
- ¡Señor! ¿Pero aún no se ha dado
cuenta? ¿Cuánto tiempo diría usted que necesita la Brigada para localizar un
Inhibidor?
- No se... ¿veinte minutos?
- El tiempo máximo de localización y
eliminación de un Inhibidor fue hace cinco años en sector oeste y se tardó un
minuto y doce segundos, pero normalmente no se tarda más de dos minutos. ¿Se da
cuenta de que ya deberíamos estar detenidos?
- ¿Cómo sabe todo eso?
Entonces el
tipo gordo levantó un dedo de una mano, abrió un cajón del escritorio y sacó un
objeto cromado: Un Identificador Psíquico de última generación. Los conocía
bastante bien. Yo había sido uno de los miles de diseñadores de aquel chisme.
No sólo rastreaba la identidad, como hacía el brazo móvil del Buscador, si no
que además podía conseguir datos mucho más personales. Su estructura aún estaba
en fase de experimentación. Algún ingeniero jefe, había llegado a insinuar que
ese aparatito, podía recoger casi todos los pensamientos y recuerdos de la
mente humana. El Identificador tenía dos
brazos cromados y puntiagudos que se juntaban en una esfera plana.
El tipo
gordo se puso la esfera en la cabeza calva y sudorosa mientras los brazos
metálicos le colgaban a la altura de las orejas.
Una pizarra
holográfica apareció delante de mis ojos. El nombre de mi interlocutor era
Marte80738290290. Nacido en la costa norte del cuadrante nororiental el
1-1-2080. ¡Tenía doscientos veinte años! Eso era mucho antes del gobierno de
Marcas y la instauración de la Metrópoli. De pronto miles de datos empezaron a
pasar rápidamente por la pizarra. Estaba buscando algo. Los datos se
detuvieron. Me quedé boquiabierto: Marte80738290290 había sido Diputado
Ministerial Mundial desde los años 2189 al 2194; Secretario Ministerial para el
Desarrollo Psíquico desde los años 2243 al 2260; y sobre todo Subsecretario del
Ministerio de Información Psíquica de los años 2280 al 2298.
- Pero... como... como...
- ¿Cómo un ex-Subsecretario del
Ministerio de Información Psíquica está trabajando como empleado en una Marca?-
Dijo Marte80738290290 con una sonrisa picarona en la cara.
- Sí.
- La respuesta es bien sencilla. Los
cargos públicos desgastan mucho; son muy estresantes. Todo el tiempo teniendo
que tomar decisiones; haciendo discursos; asistiendo a todo tipo de actos;
reuniones, viajes y más reuniones. Después de todos esos años como funcionario,
simplemente...me cansé. Y entonces, en ese mismo momento una empresa pionera en
un sector todavía inexplorado me ofreció un trabajo muy tranquilo y el triple
de mi salario como Subsecretario. ¿Cómo podía negarme? Ya, ya se lo que estará
pensando. Aún no se lo cree. O para ser más exactos: No lo entiende ¿No es así?
No entiende como La Muerte S.A. contrata a todo un Subsecretario como empleaducho
de su empresa y encima le paga una cifra astronómica. ¡Si lo que hace este memo
lo puede hacer cualquiera! ¿Verdad? Pues le voy a decir una cosa: Puede que mi
trabajo lo pueda hacer cualquier mequetrefe pero ¿a que al ver mi expediente
con el Identificador ya está más tranquilo? ¿A que no piensa que la Brigada
Desneuralizadora entre por esa puerta y le chamusque los sesos? ¿A que a
cambiado de opinión en lo que respecta a nuestra Marca? ¿Seguro que está
deseando que le explique lo que la Muerte S.A. puede hacer por usted? ¿Me
equivoco?
- La verdad, para serle franco... me
ha dejado sin habla.
- Ve porque esta Marca me necesita.
Todos tenemos lo que queremos: Ellos un vendedor de primera, y yo un retiro con
un trabajo fácil y des estresante y un salario desorbitado. No crea que le
cuento toda mi vida a todo el que entra por esa puerta, pero usted me ha caído
bien. Y creo que usted y yo nos entenderemos a la perfección. Bien, entonces,
¿más tranquilo? - Dijo Marte80738290290 quitándose el Identificador de la
cabeza. La pizarra holográfica desapareció.
- Sí, por supuesto.
- Bien, pues si no le importa, antes
de hablar de negocios me gustaría que se probara el Identificador, si no tiene
inconveniente.- Dijo extendiéndome el artilugio cromado.
- ¿Por qué?
- ¡Oh, vamos! Yo me lo he probado,
ya sabe muchas cosas sobre mí y yo no se nada de usted. Además, nos ahorrará
tiempo en papeleo. Ya sabe: presupuestos, aptitudes psíquicas, cosas de esas.
- Está bien.
Cogí el Identificador y me lo
puse en la cabeza.
La pizarra volvió a aparecer.
- Veo que es usted un Alan. Y nada
más y nada menos que un 34.
¿Granja genética?
Miles de datos bailaron en la pizarra.
- ¡Eureka! Granja genética nº 4636
del sector 12 nororiental. Magnífica granja, magnífica.
- ¿Implantes?
Otra vez los datos se movieron.
- Ninguno. Perfecto, perfecto.
¿Años?
Noventa y ocho.
- Está perfecto para su edad,
felicidades. ¿Problemas con el Ministerio?
Ninguno.
- Un buen ciudadano. ¡Me gusta, me
gusta! ¿Trabajos?
Dos años
como aprendiz diseñando robots caseros en RobotCasa S.A. ; treinta años
diseñando en Urecsom S.A. la constructora de los Buscadores U.R. ; y hace dos
años lo contrató InterLucs S.A. como diseñador.
- Impresionante, impresionante. Así
que estoy en presencia de un nada más y nada menos ingeniero de InterLucs. Ya se
puede quitar el Identificador si quiere.
Lo hice.
- Muy bien Alan34, ¿le importa que le
llame Alan34?
- ¡O no! No hay problema.
- Está bien Alan34, puede llamarme
Marte80, si lo desea.
- De acuerdo Marte80.
- Bien, supongo que querrá
información detallada de nuestros servicios, ¿no es así? – Dijo Marte80
enseñando una fila de dientes blanquísimos.
- Exacto.
- Muy bien, para empezar le diré que
nuestra Marca es la única que le puede ofrecer nuestro servicio. Tenemos el
monopolio. Nadie puede hacer lo que hacemos nosotros. Nadie puede ofrecer la
muerte. Porque eso es lo que nosotros ofrecemos: un maravilloso viaje por el
país del más allá. Seguramente al escuchar el psicoanuncio ha pensado, eso es
imposible, seguro que tiene truco, ¿verdad?
- Hombre para serle sincero... sí.
- No le culpo. Yo también pensaba
como usted. Cuando estos tipos me contrataron pensaba que eran unos estafadores.
¡Vender muerte! ¡Que locura! ¿Quién se lo iba a creer? Pero le digo una cosa.
Es verdad. ¿Sabe como me convencieron?
Negué con la cabeza.
- Yo mismo lo probé. Y le aseguro
que es lo más alucinante que he probado en toda mi vida...
De pronto Marte80 se quedó callado y me miró
con una expresión de curiosidad.
- ¿Puedo preguntarle una cosa,
Alan34?
- Claro.- Dije inquieto.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué que?
- ¿Por qué le interesa la muerte?
- Pues si le digo la verdad... no
lo sé ni yo. Supongo que... curiosidad.
- ¿Curiosidad? ¡Hum!.- Marte80 se
llevó una mano al mentón pensativo.
- Pero no me entienda mal.- Dije- Ya
le he dicho que solo quiero información, nada más.
- ¡Oh, por supuesto, por supuesto!
Desde luego esta reunión y el presupuesto correspondiente no le obliga a nada,
Alan34.
- Ya, bueno. Pues podíamos ir al
grano. Si no le importa.
- Sí, claro. Perdone que le esté
haciendo perder el tiempo, pero créame si le digo que toda nuestra conversación
forma parte de su evaluación. Aunque parezca que hablamos de cosas triviales,
cada palabra que sale de su boca; cada gesto que hace su cara; cada movimiento
de sus manos, nos sirven como datos para su ficha y su presupuesto. Pero ya no
me lio más, creo que podemos ir al grano.
Marte80 se levantó de la silla y
sonrió.
- Está bien Alan34. ¿Preparado para
el Tour?
La oscuridad lo anegó todo.
Y la luz volvió. Una luz blanca e
intensa.
Estaba en una
gran habitación cuadrada y blanca. Sin puertas. Sin ventanas. Sin Muebles.
Sin...
- ¿Qué tal?- La voz de Marte80 sonó
hueca a mi espalda.
- ¿Un Tour Psíquico?
- ¿Ahora va entendiendo por que
necesitamos el Inhibidor?
- No creo que necesite el Inhibidor
para esto.- Dije con sarcasmo.
- No claro que no. Pero ya que lo
tenemos...
- Sí, claro. Bueno - dije- bonito
diseño. Apenas se notan las ondas. ¿Qué empresa lo fabrica?
- Nosotros. Pero sólo es un boceto.
- ¿Un boceto?- Pregunté sorprendido.
- Sí, aún no ha visto nada.
- Pues enséñeme el resto. Estoy
impaciente.
- Aún no. Antes de nada tendré que
darle una introducción de nuestros productos. ¿Si le parece bien?
- De acuerdo. Estoy fascinado.
- Sí, se le nota.- dijo Marte80-
Esta bien. Le pido que sea paciente. Es una introducción un poco larga. Si
tiene alguna pregunta le ruego que espere a que acabe. Por que seguro que
muchas de ellas se las aclararé a lo largo de mi alocución. Y si no es así, le
responderé gustosamente a sus dudas al final.
- No hay problema.- Dije.
- La Muerte S.A. ¡Esos somos
nosotros! Bueno, como sabrá, hoy en día las personas apenas envejecen; se puede
decir que al ritmo que avanza la ciencia podemos ser inmortales. La muerte ha
dejado de ser algo seguro para convertirse en una enfermedad crónica. Si
descartamos los pocos accidentes mortales y los casi inexistentes asesinatos se
diría que la muerte ha dejado de existir, y la pregunta de si hay algo después
de la muerte dejará de existir con ella. La Muerte S.A. no solo te permitirá
contestar a esa pregunta, si no que además viajarás a uno de los pocos sitios
inexplorados de nuestro tiempo: Su Muerte. Hoy en día cualquiera puede ir a los
anillos de Saturno o ir a Alpha Centauro de vacaciones, pero, ¿quien puede
decir que ha ido al más allá? Muy pocas personas. Se lo aseguro.
Marte80 se
quedó callado un segundo en una posición pétrea y volvió a hablar:
- Tenemos tres paquetes de viaje al
más allá. Cada uno con un presupuesto diferente. El primero y el más barato lo
llamamos “La Casi Muerte”. Este paquete de viaje es el indicado para niños y
para aquellas pocas personas que aún arrastran defectos genéticos que
interfieran en el proceso de “desconexión total”. Ya sabe, no queremos que los
clientes tengan vacaciones gratuitas eternas.- Dijo Marte80 soltando una sonora
carcajada, como si hubiese soltado el chiste más gracioso de la historia. Yo le
respondí con una sonrisa de esas que se dan por inercia, y él se debió de dar
cuenta porque cortó de cuajo la carcajada y se puso serio. Carraspeó un par de
veces y continuó:
- Bueno como le iba diciendo, la
modalidad de “La Casi Muerte”, aunque sea el más barato, no creo que se adecue
a lo que usted está buscando. No se impaciente, ya veo su expresión de la cara.
¿Y por qué no, dirá? Pues muy sencillo. Porque “La Casi Muerte” es eso: usted
no muere de verdad. No se viaja al más allá. Lo único que hacemos es esto.
De pronto la
habitación se ensanchó. El techo desapareció. El suelo se hundió. Y los dos
quedamos flotando en el aire. Un cerebro gigantesco apareció rotando sobre si
mismo.
- El cerebro.- Sentenció Marte80,
extendiendo una mano como para presentármelo.- Millones y millones de neuronas
entrelazadas formando una red maravillosa de ideas, pensamiento y... Vida.
Estaba
impresionado. ¡Qué programa! ¿Cómo era posible que la Muerte S.A. pudiera hacer
aquello? Sin duda sus ingenieros habían llegado a un nivel que Interlucs aún ni
había soñado. De pronto el cerebro gigantesco se acercó. Se acercó. Marte80 y
yo atravesamos la capa exterior y nos introdujimos dentro. Muy dentro. Ante
nosotros se iluminó una porción pequeña del cerebro.
- El Sistema Límbico.- Dijo Marte80
con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Sistema... qué?
- Límbico, Alan34. Se puede decir
que esta pequeña porción de nuestro cerebro es lo que separa la Vida de la
Muerte.
Marte80 se
quedó un momento callado como meditando y prosiguió:
- El Sistema Límbico es la parte
más antigua de nuestro cerebro de primates. Nuestra especie ha evolucionado a
partir de esta pequeña parte de cerebro. Aquí, y solamente aquí, se transmiten
las instrucciones más importantes para mantenernos con vida: Aquella que nos
dice que respiremos, la que regula nuestro calor corporal o la que manda latir
al corazón. Una vez desconectada esta parte, la muerte es irrevocable... o más
bien tengo que decir que era irrevocable.- Marte80 se volvió a callar y me miró
como si supiera un secreto y me lo estuviera a punto de desvelar.
- Bien. Una vez que ya conoce a
nuestro amigo el Sistema Límbico, ya podré explicarle con más detalle nuestros
paquetes de viaje. ¿Preparado?
- Claro.
- Como ya le dije antes el primer
paquete es el más sencillo. Ya sabe, “La Casi Muerte”. El paciente no muere en
realidad, solamente inutilizamos todo su cuerpo excepto el Sistema Límbico, que
lo mantenemos activo pero separado del resto del cuerpo, por lo que el paciente
deja de respirar, su corazón de latir y todo lo demás, pero... su sistema
Límbico no deja de funcionar en ningún momento, por lo que no está
“clínicamente muerto”. ¿Merece la pena “la casi muerte”? En su caso yo digo que
no. Y... ¿por qué? Porque los efectos que “la casi muerte” hace en el ser humano
ya son conocidos desde hace siglos. ¿Le suena de algo la historia de un túnel
en la que al final se ve una luz muy brillante en la que sólo hay paz? ¿Y la de
que ves tu vida en un momento? ¿Y esa que dice que te ves a ti mismo saliendo
de tu cuerpo mientras unos medicuchos te hacen un masaje cardiaco? ¡Chorradas!
¡Nada más que chorradas! Todo esto que le acabo de contar de ilusiones ópticas,
visiones extracorpóreas y paz infinita no es la muerte, es lo que usted
experimentará si se decide a coger el paquete de “la casi muerte” que es nada
más y nada menos que un engaño de nuestra mente moribunda en forma de opiáceos
para hacernos más llevadero nuestro paso a otro estado. Es agradable, sí que lo
es, no lo puedo negar, pero no es Muerte y no se le puede comparar. ¿Entendido?
- Sí
- Bien. Por si le interesa el precio
de este paquete es…
Delante de mis ojos bailaron un
número de cifras.
- No es caro, ¿verdad?- Dijo
Marte80- ya le he dicho que es para niños, a ellos les encanta.
Se frotó las
manos como si fuera a empezar una tarea y dijo:
- Bien. Ahora empezaremos con lo
verdaderamente importante. Los dos paquetes en los que creo estará más
interesado. Al primero le hemos puesto el nombre de “La Pequeña Muerte”.
De pronto el
cerebro desapareció. Y una forma grandiosa y oblonga de color rojo apareció
ante nosotros.
- Un glóbulo rojo- dijo marte80 a
mi lado -. Observe atentamente y vera lo que pasa.
De pronto, el
glóbulo rojo empezó a convulsionarse, y acto seguido se contrajo sobre si mismo
y se desintegró como lo haría un submarino que hubiera bajado en el fondo del
mar más de la cuenta.
- Esto que acaba de presenciar es
algo que ocurre constantemente en nuestro organismo: la destrucción de una
célula viva. Pero cuando morimos se convierte en una epidemia. Células de todo
tipo mueren rápidamente. Hasta ahora esto era irremediable. Nadie lo podía
controlar. Nadie... excepto nosotros.
Marte80 se
detuvo un momento con una sonrisa de triunfo en la cara, como si él mismo fuera
el descubridor de tal hallazgo.
- El paquete de “La Pequeña Muerte”
consiste en lo siguiente.
De pronto un
cuerpo humano gigantesco apareció ante nosotros. Su piel era como de cristal,
por lo que podíamos ver con claridad todos sus órganos.
- En primer lugar hacemos que el
corazón deje de latir.
El corazón del sujeto se iluminó y
se paró.
- A consecuencia de ello el cerebro
empieza a tener carencia de oxígeno.
El cerebro se iluminó.
- Ello provoca un efecto en cadena.
Todos sus órganos vitales empiezan a fallar. Deja de respirar.
Muchas partes del cuerpo se
iluminaron a la vez.
- Y por último el Sistema Límbico
deja de funcionar.
Una gran luz se iluminó en la base
interior del cerebro.
- Una vez que el Sistema Límbico ha
dejado de funcionar, la temperatura corporal va bajando gradualmente, y
entonces es cuando se produce la muerte masiva de células, pero como ya le he
dicho antes, eso ya lo tenemos controlado.
- Pero...
- Ya, ya sé, ya sé- dijo Marte80
agitando una mano delante de mí-. Usted seguramente está pensando: Sí, muy
bonito, pueden tener mi cuerpo incorruptible durante un tiempo, pero... ¿cómo
voy a... resucitar? ¿No es eso?
- Hombre...
- Pues no se lo puedo decir. Por dos
causas: Una porque es el secreto de nuestra Marca, ya sabe el monopolio, y la
otra y la más importante es que al ser un secreto no lo sé ni yo. Lo único que
le puedo decir es que se puede hacer y que yo soy una prueba viva de ello.
Bien, como le decía, en este segundo paquete de “La Pequeña Muerte” el sujeto
es mantenido en el estado de muerte unas veinticuatro horas. Una vez transcurrido
el tiempo, su Sistema Límbico será reactivado, y con él todas las funciones
motoras de su cuerpo hasta su completo restablecimiento.
Marte80 dejo
de hablar un instante. Cogió aire y continuó:
- El precio de este paquete es…
Un baile de
cifras considerable apareció delante de mis ojos.
- ¡Caray, ya no es tan barato!
- Bueno, es cierto que bastante más
caro que “la casi muerte”, pero como ya le he dicho antes no tienen
comparación. Además acuérdese que tenemos el monopolio, es duro decirlo así,
pero es la ley de mercado.
- Ya, comprendo.
- Eso sí, le digo una cosa. Es algo
que no olvidará mientras viva.
- Con ese precio, espero que sí.
- Bien, y por último, el plato fuerte
de la casa: “La Gran Muerte”.
Al decir
esto, el entorno cambió. Mire en redondo. ¡Magnífico programa! ¡Magnífico
programa! ¡Increíble! Estábamos en un gran cementerio antiguo: Lápidas, cruces
de piedra, infinidad de nichos, ¡velas alumbrando fotos de papel! ¡Papel de
verdad! ¡Maravilloso! ¡Maravilloso! Era como estar dentro de una holopelícula
histórica. Era de noche. Una luna llena enorme rodeada de estrellas titilantes;
y mis pies nadando en una neblina que culebreaba por el suelo. Marte80 estaba
delante de mí. Tenía un gran martillo de un metro en la mano. Lo enarboló y
asestó un golpe seco en la lápida de un nicho. La lápida se rompió en mil
pedazos. ¡Oh, que realidad! ¡Qué programa, qué programa!
- ¿Me ayuda?- me dijo Marte80 mientras
ponía las manos en el ataúd de madera que se hallaba dentro del nicho.
- Sí, claro.- dije si saber muy bien
que se proponía.
Me puse al lado de Marte80 y dijo:
- Coja por ahí. Cuando cuente tres
tiramos a la vez. ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
- Uno, dos, tres...
El ataúd
salió despedido hacia nosotros y cayó al suelo con un ruido estrepitoso. El
programa era tan bueno que podía ver la podredumbre de la madera producida por
la humedad. Miré con perplejidad al cristo herrumbroso de la tapa y después
mire a Marte80.
- Realista ¿eh?-Dijo Marte80
señalando el ataúd.
- Sí, muy realista.
- ¿Impresionado?
- Ya lo creo. Daría un brazo por ver
la estructura del programa.
- Por su cara, creo que daría los
dos.- Y soltó una carcajada a la que imité acto seguido. Esta vez no era
fingida.
- Bien - dijo Marte80 poniéndose
serio-. ¿Lo abrimos?
- Como no.
Marte80 puso
las manos sobre un lateral del ataúd y empujó. La tapa se deslizó. Un olor
nauseabundo llenó mis pulmones haciendo que el estómago se me contrajera. Una
arcada subió por mi cuello y el sabor de los ácidos gástricos llenaron mi boca.
- ¡Oh, lo siento! Me olvidé - Dijo
Marte80 azorado.
El olor desapareció.
- Siento lo ocurrido. Intentamos que
sea tan real que a veces nos olvidamos de ciertos aspectos del programa
desagradables. Pero como ha visto ya está subsanado.
- ¿Qué era ese olor?
- Era el olor de la Muerte. De la podredumbre.-
Dijo Marte80 como si decir aquello le causara placer- Y ahora mire lo que hay
dentro del ataúd.
Eché una
mirada furtiva al interior. Y me quedé de piedra. ¡Allí había un muerto! ¡Una
persona que estaba muerta! Pero no solo estaba muerta, estaba podrida. Su cara
era un amasijo de carne, hueso y gusanos blancuzcos. Y sus dos manos, entrelazadas
sobre su abdomen, eran una amalgama de huesos blancos como el marfil. El resto
de su cuerpo estaba tapado por unos harapos descoloridos y andrajosos. En sus
pies tenía puestos unos zapatos con agujeros donde entraban y salía los mismos
gusanos que devoraban la nariz del muerto.
- Es... es...
- Un muerto en un estado muy avanzado
de descomposición.
- Pero... ¿cómo?... ¿el programa?...
- Exacto. Ahora si que está
sorprendido. Pero eso no es todo. Me he estado guardando lo mejor para el
final. Escuche con atención.
Marte80 me
cogió por el hombro, y con suavidad, me hizo arrodillarme con él al lado del
ataúd.
- Fíjese bien – dijo señalando con
un dedo la cara del difunto -. Está totalmente muerto... ¿Verdad? – cada vez me
hablaba más bajo; a la vez que su boca se acercaba más a mi oreja.
Yo no podía
apartar la vista de aquella cara llena de carne putrefacta y gusanos blancos.
- Y... ¿sabe lo mejor?
Yo negué con
la cabeza mientras no apartaba la mirada del muerto.
- Que... usted puede ser él. Eso es
lo que le ofrece nuestro último paquete, Alan34. Usted puede estar muerto como
él y después volver a la vida, con su mismo aspecto.
- Pero... ¿Cómo?... usted dijo qué
sólo pueden hacer que las células dejen de morir.
- No. No he dicho eso. Lo que dije
fue que podemos hacer que las células dejen de morir. Sin él “sólo”, Alan34. Y
lo que le digo ahora es que nuestro poder sobre la muerte es tan fuerte que
podemos hacer que usted muera y se pudra. Y después de un tiempo regenerarlo
por completo y devolverlo a la vida con el mismo aspecto que tiene ahora.
- ¡Imposible!- Exclamé.
- La ciencia nos ha demostrado que
no hay nada imposible, Alan34. Y esto es una prueba de ello.
- Pero... ¿Cómo lo hacen?
- Podemos regenerar las células
genéticamente...
- Pero eso es algo que se hace desde
hace siglos.
- Déjeme terminar y lo entenderá.
Eso es cierto. La regeneración celular es una técnica muy antigua. Pero lo que
no es tan antiguo es nuestra técnica de regeneración celular cerebral.
Cualquier granja genética puede regenerar un brazo, una mano, una oreja,
incluso un corazón pero no un cerebro... espere, espere, que ya le veo venir.
Claro que son capaces de regenerar un cerebro. Pero un cerebro completamente
nuevo, tiene la misma información genética, incluso hay quien puede implantarle
cierta información. Pero lo que no han podido hacer es regenerar el cerebro con
los mismos recuerdos de la persona a la que se le ha “clonado” el cerebro, con
su misma personalidad. Eso es lo que hemos conseguido nosotros, y en eso
consiste en mayor parte nuestro tercer y más importante paquete de “La Gran Muerte”.
Y antes de que me lo pregunte, le digo lo mismo que con nuestro segundo
paquete, la forma de hacerlo es un secreto, como el de la Coca- Cola.
- Así que ustedes me matan; dejan
que me pudra; y después me regeneran genéticamente con todos mis recuerdos. ¿No
es así?
- Exacto.- Contestó Marte80 con una
sonrisa de oreja a oreja.
- Ya sé que no ha acabado con su
exposición pero tengo unas ganas terribles de hacerle una pregunta.
- Hágala. Pero creo saber de que se
trata.
- ¿De verdad?
- Si es muy normal todo el mundo
pregunta lo mismo. Pero hágala, estoy preparado.
- Está bien. Si yo estoy muerto, mi
cerebro está muerto y podrido. ¿Cómo voy a recordar cuando vuelva a la vida
algo que no he podido almacenar en él? No sé si me estoy explicando bien.
- Perfectamente, Alan34,
perfectamente. La respuesta a esa pregunta es bien sencilla. Por decirlo de
alguna manera, nuestro cerebro no es nuestra única fuente de almacenamiento.
- No entiendo...
Marte80 me
miró a los ojos. La luz nacarada de una luna falsa se reflejó en sus pupilas
negras, y un escalofrío me recorrió el cuerpo.
- Se puede decir que todos nosotros
poseemos una parte etérea que forma parte de nosotros mismos.
- Un... alma.- dije incrédulo.
- Bien, yo no lo llamaría de esa
manera, pero... digamos que lo llamamos así. Todos tenemos un alma, y esa alma
tiene memoria propia, Alan34. Nosotros lo único que hacemos es soltarla un
poco, la dejamos vagar por ahí.
- Y entonces ustedes... la cazan-
dije con un hilo de voz.
- Sí, nosotros somos los cazadores de
almas, Alan34. Lo ha cogido a la perfección.
De pronto el
cementerio desapareció. Y volvimos a aparecer en el despacho de Marte80. Cada
uno sentado en su silla. El Tour había finalizado. Durante un momento estuvimos
mirándonos en silencio. Hasta que Marte80 lo rompió:
- Bueno, creo que eso es todo,
Alan34. Si tiene alguna pregunta más... ya sabe, es ahora el momento de
responderla.
Pero no
sabía que decir. Todo en aquel sitio era tan extraño...
- ¿Alan34?
- ¿Qué?-dije saliendo del trance.
- ¿Tiene alguna pregunta?
- No, claro que no.- dije
levantándome lentamente y amagando una sonrisa.
Marte80 se puso en pie y me estiró
la mano derecha.
- Espero que se decida pronto y
contrate nuestros servicios, no lo lamentará, se lo aseguro.- dijo Marte80
enseñándome una fila de dientes interminables.
- No lo dudo.
Me di la
vuelta y me disponía ya a girar el pomo de la puerta de cristal esmerilado...
cuando... de pronto... dije:
- ¿Marte80?
- ¿Sí, Alan34?
Me giré. Marte80 ya no sonreía.
- No me ha dicho el precio del
último paquete: El de “La Gran Muerte”.
- ¿No lo he hecho?
- No, no lo ha hecho.
- ¡Qué despiste! ¿No? ¿Cómo se me ha
podido pasar?
- Dígame solo una cosa- dije con
curiosidad-. ¿Es mucho más caro que el de “La Pequeña Muerte”?
- Apenas tiene recargo alguno. Pero
espere un momento y le diré el precio exacto.
- No da igual. Tengo prisa.- Mentí –
Ya sabe donde vivo. Envíeme el precio allí.
- Como quiera.- dijo Marte80- Adiós
Alan34576018294.
- Adiós Marte80738290290.
Abrí la puerta
y salí. Un psicoanuncio de electrocortinas atenuó la luz del pasillo.
***
Alan34
volvió. ¡Cómo no iba a volver! ¡Todos vuelven! Es la naturaleza humana. Cuando
salió de aquí seguramente se fue intranquilo hacia su casa. Pensando en lo que
había visto; en lo que había oído; en lo que había olido. Y después de varias
noches en vela se decidió. Pensaría que era una oportunidad única en su vida:
La Muerte. Ver lo que se podía perder. ¿Será mejor estar vivo o estar muerto?
¿Y si me paso toda la eternidad en el lugar equivocado? ¡Ah, la curiosidad! ¡La
curiosidad mató al gato! Desde luego que sí.
Cuando llegó
Alan34, a verme de nuevo, era un hombre ansioso y asustado a la vez. Tenía
tantas ganas de ver el más allá que eligió “La Gran Muerte”; por supuesto el
sueldo que tenía como ingeniero en Interlucs S.A. se lo podía permitir.
Lo mantuve
muerto más de tres semanas. Tiempo más que suficiente para que se diera un
paseo turístico por todos los sitios de interés.
Una vez
restablecido y regenerado lo resucité.
Alan34 no
articulaba palabra y sus ojos tenían la mirada perdida. Los síntomas normales.
Le enseñé una holoproyección como prueba del estado de su cuerpo en todo el
proceso. Esto es algo que siempre hago. Aunque es improbable, no quiero que
nadie me acuse de fraude. En los negocios siempre hay que curarse en salud.
Alan34 no
atendió ni por un momento a la holoproyección. Una vez terminada me dio la mano
de manera automática, abrió la puerta, traspasó el umbral, se llevó las manos a los
oídos y empezó a gritar como si le estuvieran metiendo la broca de un taladro
entre los ojos. Después sólo quedaba que echara a correr, como hacen todos. Así
lo hizo. Yo empecé a reír a carcajada limpia; no lo puedo evitar, es la parte
que más me gusta.
Seguramente
ahora mismo Alan34 estará muerto. Se habrá tirado de una ventana, o quizás meterá
la lengua en una fuente de alimentación de un robot casero. ¡Da igual! Lo
importante es que está muerto y bien muerto. Y esto significa que el negocio va
viento en popa.
¡Ah, como
odio este mundo! Hace años, sólo con pronunciar mi nombre, a la gente se le
ponía un nudo en el estómago. Veían mi guadaña y mi caballo negro en sus
sueños, y fantaseaban ansiosos sobre mi aspecto debajo de la capucha azabache.
¡Me temían! ¡Me veneraban! ¿Y ahora qué soy? ¡Un destino turístico! ¡Una
diversión! ¡Un payaso de feria! ¡Malditos! ¡Malditos! ¡No respetan ya nada! ¡Ni
lo más sagrado! ¡Mira en lo que me he convertido! ¡Desearía morirme ahora
mismo! Pero... ¡No puedo! ¡No puedo! ¡Hasta en eso tienen suerte esos
desgraciados!
TOC TOC TOC
- ¿Hola? – dice una voz afeminada
detrás de la puerta.
Bien, basta de quejas y... ¡A
trabajar!
- ¡Entre, Entre!
Y cojo un Donut.